martes, 16 de junio de 2015

EL MÚSICO Y EL VAGABUNDO

Cuenta la historia que a mediados de los 70 en Sevilla, en la plaza del Pozo Santo, se daban cita en Sevilla un músico y un vagabundo. Uno ensayaba con su banda por aquellos lugares y se encontraban cuando llegaban o terminaban los ensayos. Sin duda, no pasaron desapercibidos el uno para el otro y se saludaban todos los días con una sonrisa cómplice.
 
Poco a poco, el tiempo fue ejerciendo su labor para que estas dos personas llegaran a conocerse, a hablar y a compartir pensamientos. Aquella plaza fue testigo de los diferentes vaivenes de pensamiento y de los desvaríos entre la genialidad y la locura.

El músico pensaba, cómo una persona mayor, que vivía en la calle y sobrevivía de las limosnas que le daban los comercios por hacerle algún recado, poseía algún atisbo de felicidad en su rostro. Le sorprendía esa filosofía ebria con la que a veces sorprenden los pensamientos etílicos.
 
El vagabundo le contaba que estuvo en la legión en Melilla y que volvió a Sevilla a trabajar en Hytasa, y que tuvo una familia, y una casa, y una estabilidad económica y emocional. También le dijo que el vino le arranco la vida a sorbos y que ese mismo vino, le devolvía la vida cada día cuando deliraba sus guerras ganadas en la Legión, por la plaza de la Gavidia.

El músico admiraba su capacidad de lucha y aquella sonrisa que solo los genios entienden y a los que solemos llamarle locos. Esos locos que como el músico decía "tienen un punto de vista de la vida atípico".

El vagabundo contaba como donaba sangre en la farmacia militar que por allí se ubicaba para convertir su propia sangre en vino y como los policías de la plaza de la Gavidia algunas veces le dejaban pernoctar en los calabozos en los días de frio.

De esa conexión, nació la inspiración entre la genialidad y la locura que dio lugar a una de las mas bellas canciones de nuestra música. Quizás el vagabundo nunca supo la influencia sobre aquel músico. Quizás nadie fuera capaz de obtener inspiración de este señor, pero el resultado habla por si solo.

El vagabundo fue Leopoldo Troncoso Narváez, conocido como Leopoldo "el legionario" o "el capitán de la Gavidia".

El músico fue Jesús de La Rosa, cantante y compositor de Triana al cual le debemos esta canción inspirada en el vagabundo, el Señor Troncoso.




 

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